jueves, 7 de junio de 2007

Contraste

Andaba por la vida cuando me topé con un interesante libro de anatomía (médico, con fotos, no ilustraciones). Pensaba yo, que cosa sorprendente, que máquina tan bien diseñada que es el hombre... pero, a su vez, es un tanto repugnante el pensar que hasta la más bella de las mujeres -por la que hasta daríamos la vida dadas las condiciones apropiadas (llámense amor, valentía, peligro, etc.) y a la que besaríamos sin hacernos tanto problema- es no mucho más que un saco de huesos, músculos, grasa y nervios embebidos en fluidos.

Claro, pero ¿Por qué habríamos de asquearnos si somos exactamente eso? El solo pensar en esas fotos me fuerza a caer en la hipocresía.

Lo interesante es que, viéndolo de semejante manera, todo el problema que nos hacemos por el amor pasa a ser algo desde repulsivo hasta, en el mejor de los casos, vano. Sumémosle que el Universo es infinitamente más grande que nosotros... Pasamos a ser un micrscópico cúmulo de repugnancia dentro del todo ilimitado. Viéndolo así, que vano que es todo por lo que nos llegamos a desvivir. Impresionante.

Por otra parte, pasando a lo subjetivo, el tamaño no importa en realidad. A fin de cuentas un gran esfuerzo de alguien minúsculo sigue siendo, en términos relativos, un gran esfuerzo.

Viéndolo de otra manera, tan minúsculos no somos. A fin de cuentas, una pared (el universo) puede aplastarme y sin embargo ni siquiera sabe por qué lo hace, cómo lo hace, quién y a quién, o más simplemente, que lo hace. Yo en cambio sabría al menos que ella me está aplastando ella a mí, y sabría también un resultado aproximado (y quizás hasta llegaría a estimar el por qué). Uno de estos cúmulos horribles es más que todo el todo inerte (para un tercero, claro).

Juntando ambas visiones, las cosas por las que nos desvivimos sí son importantes, ¡y cuánto! Es también increíble el hecho de que nosotros, manchas, podamos superar al todo inerte en tantos sentidos y usarlo contra sí mismo, dominarlo (¡sacá el Bacon que hay en vos!). Impresionante.

El mundo es precisamente eso creo yo. Majestuoso y repulsivo, hermoso y horrible, una paradoja que sólo logra impresionar (en un sentido absoluto de la palabra)... Como nosotros. Impresionante.

2 comentarios:

indencioM dijo...

En muchas ocasiones, lo que nos resulta repulsivo a priori, puede venir dado por una memoria genética, caso de existir; como pudiera ser el caso de las fobias a arañas, tan pequeñas y monas para un biólogo y tan terroríficas para muchos urbanitas, en cuanto a las bísceras, me temo que el asco que nos infunden, o no, biene dado por su descontextualización, me explico, cuando oyes el rugir de tripas de tu amante al apoyar la cabeza sobre su vientre, dudo mucho, al menos en mi caso no pasa, que eso me provoque asco es hasta bonito sentir el funcionamiento interno de quien amas, pero claro está que eso no es lo mismo que contemplar in situ una sección del intestino de tu vecino, y mucho menos, si no nos dedicamos a la cirugía, para quien supongo que no resultará tan asqueroso. Propongo que se imaginen que pensaría una cultura que viviese exclusivamente de comida salida de laboratorio de otra que, por ejemplo, coge el fruto de un arbusto por vérselo ingerir a otro mamífero, lo tuesta, lo muele, lo mezcla, lo hierve, le extrae la "esencia" y lo mezcla con la leche materna de un segundo mamífero para volver a mezclarlo con cristalitos de glucosa; yo creo que se asquearían de nosotros, mientras que el café sigue siendo una de las grandes monedas de tráfico en el mundo moderno.

Un saludo.

El anónimo de siempre dijo...

Relativismo estético. Interesante. Concuerdo, aunque no del todo. De hecho, si lo estético ha de ser relativo, tiene que serlo a la naturaleza del ser que contempla la belleza o fealdad en cuestión. Claro que el Bien absoluto saciaría todas las naturalezas... Concuerdo.

Tus ejemplos ilustran mi punto claramente. Aunque siempre me cautivó otro aún mas soprendentemente repulsivo... el de las flores como regalos, objetos decorativos o símbolos de honra a los fallecidos.

Si bien el sacar las cosas de contexto las hace radicalmente distintas (no es lo mismo dar la mano que tomar una convenientemente amputada), el sólo hecho de que la realidad sea tan ambivalente, tan paradójica, es en sí mismo sorprendente.

Hoy en día siento que el asombro ante el todo es algo de lo que carecemos.